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Más historias de esperanza y sanación

Obtén ayuda ahora. Llama al 1-833-TLC-MAMA (1-833-852-6262) para obtener ayuda confidencial gratuita 24/7 para embarazadas y mamás primerizas. Si tienes problemas de salud mental o una crisis suicida, llama o envía un mensaje de texto a la Línea de Prevención del Suicidio y Crisis al 988 para obtener apoyo gratuito y confidencial.

Advertencia de desencadenantes: menciones de problemas de salud mental, autolesiones y suicidio.

Comienza un viaje de sanación

La depresión posparto es común y hay ayuda disponible si tienes síntomas o si apoyas a alguien que los tenga; explora los recursos aquí.

 

  • Adriana con una blusa negra, contemplando a su bebé dormido.

    Experimenté la DPP por primera vez cuando estaba destetando a mi hija; fue impactante, inesperado. No sabía que la DPP podía ocurrir tan tarde. Las cosas más simples eran difíciles: despertarme, levantarme de la cama, vestir a mi hija. Me sentía congelada e incómoda en mi propia piel. No sabía cómo seguir adelante.

    Cuando llegué al punto en que cada día era más y más difícil de superar, supe que necesitaba ayuda. Encontré un terapeuta, pero la DPP no desapareció. Luego encontré un grupo de apoyo para mujeres con DPP y literalmente me salvó la vida. Ser parte de una comunidad de mujeres que estaban atravesando los mismos desafíos que yo me dio esperanza y fe en que podía mejorar.

    Mi proceso de sanación de la DPP fue largo y hermoso. Solo quería sentirme mejor, pero no sucedió de la noche a la mañana. Una vez que encontré apoyo, ayuda y una comunidad, me hice más fuerte y un poco mejor cada día. No ha sido un camino fácil, pero cuando tengo dificultades, sé adónde acudir en busca de amor, apoyo y ayuda.

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  • El COVID fue un telón de fondo para mi embarazo y mi experiencia posparto. Tuve muchos pensamientos aterradores durante el embarazo y me preocupaba constantemente. Me sentí abrumada y apagada o desconectada. Después de dar a luz, estaba deprimida, me era difícil amamantar y me sentía como una fracasada. Mis ideas aterradoras empeoraron y cuando pedí ayuda al cabo de 4 semanas del posparto, me dijeron que tenía depresión posparto y que iba a mejorar. A los 3 meses volví a trabajar, no dormía bien y desplazarme me resultó difícil; estaba muy enojada y sensible y tenía pensamientos suicidas. Me asusté mucho que el enojo y los pensamientos me llevaran a algo peor. Como mujer de color, estaba preocupada que si compartía mis peores sentimientos y pensamientos me podría quitar a mi bebé.

    Finalmente, no pude ignorar cuánto estaba luchando. Después de 6 meses me comuniqué con mi proveedor de atención médica otra vez quien me refirió para una terapia, pero la espera era demasiado larga y el sistema no tenía el código para DPP como diagnóstico. Me sentí muy sola. Busqué por las redes sociales y encontré Postpartum Support International (PSI). Comencé a asistir a grupos de ayuda y me di cuenta que ya no estaba más sola con mis luchas. Encontré un terapeuta y entre la terapia y los grupos de ayuda, las cosas comenzaron a mejorar lentamente, pero aún seguía luchando. Había intentado evitar los medicamentos, en parte por mi cultura latina y en parte porque pensaba que no podía ser una "mamá auténtica" al tomar antidepresivos. Cuando empeoraron mis pensamientos suicidas, tuve el coraje de preguntarle a mi médico por el medicamento. Era esencial y de salvamento para mi.

    ¡Después de 2 meses con antidepresivos, asistiendo a los grupos de ayuda y a la terapia, sentí como si hubiera salido del agujero negro en el cual estaba viviendo y me convertí en la mejor versión de mí misma! Trabajé mucho en terapia para superar las experiencias traumáticas de mi niñez y de mi parto. Encontré alegría en la maternidad que no había imaginado. Mi experiencia con la DPP, la recuperación y ahora ayudar a otras mujeres, han cambiado completamente la trayectoria de mi vida. Me apasionan los grupos de ayuda entre pares y ayudar a los padres para que no sufran en silencio como yo.

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  • Paciente con una camiseta gris sin mangas y anteojos, sosteniendo a un niño en el hombro, ambos mirando a otro lado.

    Mis síntomas de DPP aparecieron cuando mi hijo menor tenía alrededor de 3 meses y el mayor tenía 2.5 años; mi esposo, que está en el ejército, acabada de irse a una misión y fue durante el COVID. Me sentí extremadamente sola y como si me estuviera asfixiando, porque estaba físicamente aislada y sola. Todos los días me despertaba y decía: "Intenta mantenerte viva a ti y a los niños". No estaba comiendo, estaba enojada e inquieta. Duró demasiado y me di cuenta de que eran síntomas de DPP.

    Meses antes de que mi esposo se fuera, traté de ser proactiva y contacté a un terapeuta, pero no salió bien. Aislada y sola, finalmente acepté la oferta de mis padres de mudarme con ellos. Nos quedamos con ellos y me cuidaron a los niños y a mí, lo que me dio el tiempo, el espacio y el apoyo para salir del lugar oscuro en el que me encontraba. Durante este período, me acerqué a otras mujeres de mi círculo que tenían dificultades; el apoyo de la comunidad fue importante. Fue invaluable.

    Al principio, me sentí un poco culpable porque soy terapeuta de salud mental perinatal. Conozco las señales, conozco los síntomas. Pero eso no me exime de experimentar síntomas de la DPP. Ahora, cuando miro hacia atrás, me siento como una vencedora, no solo una sobreviviente. Me siento capacitada para compartir mi historia con los demás. En ese momento quería ayuda a mi manera y en mis términos. Pero eso no era realista. Está bien aceptar la ayuda "buena" incluso si no es la ideal; buena es mucho mejor que ningún apoyo. Estoy orgullosa de compartir y, lo que es más importante, ¡celebrar lo que superé!

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  • Carriann y sus cuatro niños sonriendo juntos en una cama.

    Mi DPP comenzó el 20 de junio de 2015. Perdí mi primer embarazo y estaba completamente destrozada. Poco después quedé embarazada nuevamente y estuve ansiosa y temerosa durante todo el embarazo, esperando que un médico me dijera que no había latidos. Eso nunca sucedió y el 6 de mayo de 2016 nació mi primer hijo. Mi mente se inundó de pensamientos intrusivos cotidianos, seguía imaginando el peor de los casos y estaba aterrorizada de dejarlo por un segundo, al mismo tiempo que también quería estar sola y dormir todo el día. Mi esposo parecía mucho más equipado emocionalmente para ser padre y parecía resultarle fácil. Una vez que mi esposo volvió a trabajar 2 semanas después del nacimiento de nuestro hijo, tuve dificultades. Tuve dificultades con la lactancia materna, tuve dificultades para salir de casa, tuve dificultades con cualquier tipo de cuidado personal. Esto continuó durante meses, no era yo misma, pero estaba haciendo todo lo posible por ocultar todas estas emociones, porque estaba avergonzada.

    Después de meses de tener dificultades, llorar sola en la ducha y evitar a mis amigos, finalmente me uní a un grupo de apoyo en línea para mamás que habían atravesado el posparto recientemente y mamás que estaban de duelo por una pérdida. Compartir mis sentimientos y mi proceso con otras mujeres me fortaleció y me mostró que no estaba sola. Su apoyo y aliento me convencieron de compartir cómo me sentía con mi esposo, toda la vergüenza comenzó a desaparecer y él inmediatamente me apoyó durante las dificultades. Me insistió en que saliera al aire libre todos los días, me duchara todos los días y alternábamos las noches para compartir las tareas del bebé las 24 horas. Esto me ayudó muchísimo y realmente comencé a disfrutar de la maternidad. Todos los días no son perfectos ni fáciles, pero ahora no me siento sola, no me siento avergonzada, puedo hablar y defenderme.

    Mi proceso de sanación tuvo altibajos: mi esposo y yo perdimos dos bebés más por abortos espontáneos y dimos a luz a otros tres bebés sanos a término en los últimos 6 años. Estas pérdidas me causaron miedo e incertidumbre durante mis embarazos, pero ahora no sufro en silencio. Tanto mi equipo de atención como mi esposo hicieron un trabajo maravilloso al reconocer cuando estoy ansiosa o temerosa y han sido un apoyo constante durante los últimos 7 años.

    La maternidad y el posparto no son lineales, creo que todas las madres tienen dificultades a veces, pero tener apoyo, compartir mis sentimientos y cuidarme hizo una diferencia increíble en mi vida y me permitió disfrutar de este increíble rol de madre. Ver a mis hijos sonreír, crecer y admirarme me enorgullece mucho y me alientan todos los días.

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  • La historia de Stacy

    Tenía 31 cuando nació mi primer hijo. Como consejera de salud mental con licencia y mamá grande de edad, me sentí bien equipada para la montaña rusa emocional de la maternidad. Primero observé que esas ideas eran incorrectas alrededor de las 2-3 semanas después del nacimiento de mi hija. Comencé a tener pensamientos aterradores, intrusivos y ansiedad severa. Los temores de "Qué sucede si" redujeron mi sueño ya limitado y la ansiedad hizo que tuviera dificultad para respirar. La gente me decía que ese debía ser el momento más feliz de mi vida, y yo me sentía muy miserable. Mi esposo observaba cosas que no estaban bien y me animaba a recibir ayuda.​

    Tenía miedo de decirle a alguien lo que estaba sucediendo, entonces comencé a investigar lo que me estaba pasando. Cuanto más investigaba, más reconocía los síntomas que eran de PPA/TOC. Mi obstetra me indicó medicamentos, pero no me sentía cómoda al tomarlos. En nuestra reserva, había recursos limitados o información accesible para estadounidenses nativas como yo. Tenía miedo de decirle a alguien lo que me estaba pasando. No quería parecer una "mala madre". Acabé no buscando ayuda. Quedé embarazada otra vez, y comenzó todo de nuevo una vez que nació mi segundo hijo. En vez de sufrir sola, me respaldé en mi sistema de apoyo y abogué por mí misma al decirles lo que necesitaba. Mi círculo de apoyo eran mi esposo, mi hermana y mis padres, además tenía a mis colegas de salud mental. Me di el permiso de pedir ayuda.

    Quería que mis hijos tuvieran una madre entera y buenos recuerdos de mi al estar completamente presente. Mi viaje fue complicado, pero convertí mi sufrimiento en mi misión: aprendí, recibí capacitación, fui una terapeuta PMH-C, apoyé e intercambié con otras madres, que me nutrió para difundir conocimiento y fue una parte enorme de mi viaje de sanación. Quiero investigar los trastornos emocionales posparto, especialmente dentro de los grupos minoritarios y promover más información culturalmente apropiada y opciones de tratamiento.

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  • Divya contempla a su bebé en un portabebés azul.

    Unas semanas después del nacimiento de mi hija, estaba muy nerviosa. Mi mente estaba acelerada y no podía dejar de pensar en todo lo malo que podría pasar. Me preocupaba por si ella respiraba. Entonces lo comprobaba y lo volvía a comprobar. Seguía diciéndome que mejoraría a medida que ella creciera un poco, pero mi ansiedad se salió de control. Mi marido notó que esto obstaculizaba mi capacidad para dormir. También estaba interfiriendo con mi capacidad de disfrutar de mi bebé. Intenté convencerme a mí misma (y a mi marido) de que todo estaba bien; que podría manejarlo sola. Pero otro factor que complicó fue mi propia culpa.

    Soy hija de inmigrantes. Me criaron para creer que cuando las cosas se ponen difíciles, solo tengo que esforzarme más, me enseñaron a estar agradecida por lo que tengo. Mis padres lucharon, sufrieron y se sacrificaron por mí, así que me sentí culpable por estar ansiosa en lugar de simplemente estar agradecida por tener un bebé sano. La culpa empeoró aún más mi ansiedad. Finalmente pude hablar con una terapeuta y controlar mis sentimientos. Ella fue un gran apoyo; ella misma fue una sobreviviente de trastornos perinatales del estado de ánimo y ansiedad. Fue increíblemente útil validar mi experiencia y ver que se puede salir del otro lado.

    Trabajé duro para comprender y desaprender viejos patrones de culpa y culpabilidad. Ahora soy psicoterapeuta perinatal y trabajo con hijos adultos de inmigrantes al examinar cómo las narrativas de lucha y sacrificio interfieren con nuestra capacidad de darnos compasión y gracia durante el período posparto. Agradezco la oportunidad de compartir mi historia para que los hijos de inmigrantes, y todos los padres primerizos, puedan entender que no están solos y que hay ayuda disponible.

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  • La historia de Jasmine

    Tuve dificultades al quedar embarazada, por lo tanto hice que cuidar mi salud y estar preparada fuesen una prioridad. Al ser proveedora de atención médica, pensé que tenía todos los recursos y el apoyo que necesitaba, pero muchas cosas fueron sorprendentemente difícil. Amamantar fue difícil y sentí la presión de hacer todo bien, incluso cuando no dormía y me ponía cada vez más ansiosa y me desvelaba. Finalmente, incluso me resultaba difícil ir de la cama al sofá; tenía días desenfocados, me sentía sin esperanza y me preguntaba "¿Por qué quise esto?" Me sentía como que estaba fracasando... A las seis semanas de posparto, vi a mi obstetra y me recetó antidepresivos pero no quise tomarlos. Finalmente, mi esposo me suplicó que tomara los medicamentos y que viera a alguien. Ese fue el verdadero comienzo de abordar mi DPP. Me acompañó a ver a una psiquiatra y por fin me sentí considerada. Desarrolló un plan de medicamentos para mi para el sueño y la depresión, y comencé a tomarlos. Seguí con las visitas a la psiquiatra y comencé a sentirme mejor después de empezar también a hacer terapia. Pasé por algunas terapeutas pero al último sentí como que conectaba más con una terapeuta asiática estadounidense. Con el tiempo me estabilicé con todos mis medicamentos, pero cuando comencé incluso a pensar si quería otro niño, encontré una terapeuta con la especialidad perinatal (PMH-C, por sus siglas en inglés) y continúo con ella desde entonces.

    La experiencia de la DPP cambió mi vida. Valoro mi salud mental mucho más y ahora trato de fructificar lo aprendido ayudando a otras mamás para que no sufran tanto como yo. El trabajo voluntario de Postpartum Support International en cierto modo fue una sanación; escribir y compartir mis experiencias también fue terapéutico. Todo el recorrido también me ayudó a darme cuenta de cómo criar y cuán importante es cuidar la salud mental de una madre. Creo que debemos abordar la culpa de cuidarnos nosotras mismas. La depresión recae en lo que vales, pierdes tu sentido de autoestima. Tienes que pensar que eres lo mejor para tu bebé; por sobre todo lo demás, esa es la verdad. El mejor regalo que le puedes dar a tu bebé es una madre que esté mental y físicamente bien.

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  • La historia de Gaby

    Yo estaba en servicio militar activo cuando experimenté el nacimiento traumático de mi primer hijo. Salí del hospital sin recibir apoyo para la lactancia. En casa no podía amamantarlo y él lloraba y lloraba, y yo no podía conectar con él. Mi marido creó un vínculo con el bebé, pero yo no y me preguntaba qué me pasaba. Estaba frustrada y lloraba en cualquier momento, me sentía fuera de control y rota.

    Mi esposo encontró información sobre el apoyo a la lactancia que el hospital había brindado y dejó una página abierta para que yo la encontrara. Mi cuerpo necesitaba que le enseñaran: recibí apoyo, pude amamantarlo y sentí que podía hacer algo bien y tener el control. Me vinculé con el bebé y ambos dejamos de llorar; comencé a sentirme mejor.

    Cuando llegó el momento de volver a trabajar, sentí un miedo inmenso por estar lejos del bebé y me imaginé que le harían daño. La gente me decía que era normal, así que lo ignoré y volví a trabajar. Los sentimientos continuaron y un año después, cuando ya casi era el momento de ir a una misión, supe que necesitaba ayuda y vi a un médico que me hizo muchas pruebas físicas, pero nadie quería hablar sobre la depresión posparto y la ansiedad. Otros intentaron ayudarme, pero el impulso para seguir adelante era fuerte, incluso mientras estaba sufriendo.

    Me llevó dos años sentirme bien, durante los cuales obtuve información, aprendí nuevas habilidades para afrontar los problemas y recibí apoyo de Postpartum Support International. Quería que se reconocieran mis preocupaciones, contar con el apoyo del ejército y recibir asesoramiento. Finalmente conseguí una derivación a terapia y aprendí nuevas formas de afrontar la situación que me permitieron seguir sanando antes del nacimiento feliz de mi segundo hijo.

    ¿Por qué abordaremos cuestiones de salud física, pero no de salud mental? Tenemos que cuidarnos a nosotros mismos y a los demás.

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  • La historia de Olymphia

    Mi experiencia con la DPP fue extremadamente solitaria, tabú y se sintió impropia como miembro de la fuerza de combate más grande del mundo. Mi sentimiento: soy imperfecta y tengo defectos Y ¿honestamente? No estaba preparada para los sentimientos que acompañaban a esa dura verdad.

    Como mujer que luchó por quedar embarazada, se sometió a la FIV... y luego perdí a mi hijo, me sentí derrotada. Entonces, no me di cuenta de que algo andaba mal. Nadie me veía como una madre. Por lo tanto, nadie esperaba que la persona que no era madre experimentara DPP. Pero lo hice, y fue difícil porque no podía cumplir con el estándar. La DPP me sirvió como un recordatorio constante de que fracasé en mi intento de convertirme en madre.

    Traté de intelectualizar la experiencia, pero no desaparecía. Luchar contra la DPP sin las herramientas y el apoyo adecuados era como empujar una roca que simplemente no se movía. Cuando me di cuenta de que mi dificultad para funcionar era más que "solo un poco de tristeza y nervios", supe que era hora de buscar ayuda. Ir a trabajar y ver a veteranas embarazadas en crisis de salud mental activa fue muy estimulante. Era un esfuerzo agotador seguir adelante, luchando contra una fuerza invisible que intentaba evitar que me moviera. Mi capacidad para tomarme un tiempo libre era limitada, así que abracé el acto de amor propio más rebelde que se pueda imaginar: arrodillarme. Me alejé tanto de la práctica clínica como del servicio militar para comenzar a sanar.

    Encontré una excelente terapeuta que me apoyó para tratar mi DPP, el duelo y la infertilidad. La sanación fue tanto de la experiencia como de la presión que me puse a mí misma. La terapia me permitió redefinir la fuerza, la maternidad y la resiliencia. ¡Esto me regaló una nueva vida y una nueva perspectiva! Al especializarme en educación y salud mental reproductiva, comencé a compartir mi experiencia e inspirar a otros, ¡y finalmente retomé la práctica más motivada que antes! Elegí sanar en público para animar a quienes se veían obligados a hacerlo en privado. Nuestras experiencias representan la verdadera resiliencia. Somos guerreros del cambio.

    "Hay dolor en tu propósito, pero tu propósito no es dolor en sí mismo".

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  • Comienza un viaje de sanación

    La DPP es común, pero hay ayuda disponible para ti si la padeces y para quienes apoyan a las mujeres con DPP.

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