Estar allí para mamá: mi experiencia como cuidadora
En 2011, mi vida fue arrancada de raíz en un instante. Recuerdo sentarme en el suelo de mi departamento en Brooklyn, Nueva York, con el corazón agitado, lágrimas cayendo, las palmas sudadas, y esperando ansiosamente una llamada telefónica. Esperaba oir tres palabras: "ella está bien".
Esa mañana, más temprano, mi madre, que vivía sola, quedó inconsciente después de caerse en su casa de Tampa, Florida. Un amigo de la familia la encontró aproximadamente 12 horas después. Mientras esperaba esa llamada telefónica, sabía que mi vida nunca sería igual.
Mi madre tiene la enfermedad de Parkinson y fue diagnosticada un año antes de la caída. Saber que tenía Parkison fue aterrador, pero su caída (el primer evento de salud grave desde su diagnóstico) generó un nuevo nivel de miedo e incertidumbre. Marcó el comienzo de mi experiencia como cuidadora.
Al principio, intenté coordinar el cuidado de mi madre desde Brooklyn. Fue difícil, pero siempre supe que esto pasaría con el tiempo. Soy hija única, y mis padres están divorciados. Es solo que tenía apenas 29 años en ese momento. Siempre me imaginé que sería la cuidadora de mi madre en algún momento de la vida, cuando tuviera una pareja y una familia que me apoyara. Mis amigos fueron geniales, pero ninguno se encontraba en una situación similar y no lo entendían.
Me sentía sola tratando de lidiar con el estrés, la ansiedad y el miedo por mi mamá, además de sus asuntos. Se volvió imposible manejar su atención médica a la distancia, así que después de vivir 10 años en Nueva York, regresé a Florida. Mi mamá me necesitaba. Al igual que ella siempre estuvo para mí, era hora de que yo estuviera para ella.
Sigo estando allí para ella, pero ser cuidadora no es fácil. Es física, mental y emocionalmente extenuante. Además de trabajar a tiempo completo, administro las finanzas de mi madre, programo las citas con sus médicos y las de terapia, trabajo con sus asistentes y enfermeras, y la visito 3 a 4 días a la semana para que sienta que tiene una vida más "normal" y una sólida relación madre-hija. Es mucho trabajo, pero afortunadamente no tengo que cubrir los gastos de mi madre. Si tuviera que pagar por su atención médica, sería una historia completamente diferente.
Desde que me convertí en cuidadora, empecé a conocer más sobre otros cuidadores jóvenes que tienen entre 20 y 34 años y están atravesando la misma situación que yo. Según la AARP, los cuidadores de la "generación del milenio" gastan en promedio más de sus ingresos (aproximadamente un 27%) en atención médica que los cuidadores adultos, y, en promedio, tienen ingresos más bajos que estos últimos. Además, aunque no represento al cuidador promedio (una mujer de aproximadamente 50 años que cuida a un padre de unos 70 años), la generación del milenio representa el 24% de los cuidadores no pagos del país. Formo parte de una nueva generación de cuidadores más jóvenes que deben asumir ese rol con ingresos más bajos, menos opciones y una cantidad menor de apoyo. Tal como se espera que aumenten nuestras cifras, también lo harán los desafíos. Para los cuidadores de la "generación del milenio", llega un momento en nuestras vidas en que trabajamos para lograr los objetivos esperados. Por ello, los objetivos como ir a la universidad, casarse, formar una familia y comprar una casa se postergan a raíz de nuestro nuevo rol como cuidadores.
Comparto mi historia porque quiero concientizar sobre las necesidades de los cuidadores de la generación del milenio y asegurarme de que tengan el apoyo que necesitan para que sus vidas no sean arrancadas de raíz como la mía. Si eres una cuidadora joven, encontrar una comunidad de apoyo puede ser de gran ayuda. Y recuerda tomar medidas para cuidarte.