Parte 2: Consideraciones sobre el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria para la comunidad LGBTQIA+
Sam Sharpe, miembro de ORISE
Oficina del Subsecretario de Salud
Aunque cada vez hay más concientización sobre los trastornos de la conducta alimentaria en poblaciones diversas, los programas y centros de tratamiento a veces tienen dificultades para brindar una atención apropiada y adecuada a todos los grupos demográficos. Las personas LGBTQIA+, en particular, suelen enfrentar ciertos obstáculos a la hora de recibir un tratamiento adecuado para los trastornos de la conducta alimentaria, por ejemplo, dificultades para costearse opciones de tratamiento más intensivas y, en ocasiones, la falta de diagnóstico o el diagnóstico erróneo debido a una formación deficiente de los proveedores. La segunda parte de este blog sobre trastornos de la conducta alimentaria en poblaciones LGBTQIA+ explorará más a fondo estas cuestiones en línea con el lema "Hablemos: Trastornos de la conducta alimentaria, estigma y recuperación empoderada" de la NEDAW 2024.
Proporcionar un entorno inclusivo para el tratamiento
Las personas LGBTQIA+ que acceden al tratamiento de trastornos de la conducta alimentaria pueden enfrentarse a otros problemas, como las intervenciones sobre la imagen corporal que se centran en los ideales de apariencia y las presiones de las mujeres heterosexuales cisgénero, que no abordan las presiones relacionadas con el cuerpo que tienen las personas de otros géneros y sexualidades. También se puede dar por sentado que los trastornos de la conducta alimentaria están motivados por el deseo de ser atractivo para posibles parejas heterosexuales, algo que no es un factor relevante para todos por igual.
Algunos mensajes centrados en la recuperación hacen hincapié en aceptar el cuerpo tal como es sin intentar cambiarlo, lo que puede ser excluyente y perjudicial para las personas transgénero y no binarias que necesitan procedimientos médicos de reafirmación del género, como hormonas o cirugías, como parte de su atención integral. Para los proveedores que trabajan con estas poblaciones sería de gran ayuda hacer hincapié en una relación más neutra y dinámica con el propio cuerpo y la imagen corporal, en lugar de utilizar un enfoque único que exija la aceptación incondicional del cuerpo y la apariencia. Esto podría incluir centrarse en el desarrollo de habilidades y prácticas que permitan satisfacer las necesidades físicas básicas y mantener hábitos positivos, que pueden ser más accesibles para las personas que tienen disforia de género y aquellas que transitan alguna de las etapas de la búsqueda de afirmación de género.
También es posible que surjan problemas con algunos centros de tratamiento hospitalario o residencial que no tengan políticas inclusivas de compañeros de habitación o instalaciones sanitarias que se adapten a los pacientes transgénero y no binarios. Además, las personas LGBTQIA+ pueden sentirse aisladas en entornos terapéuticos y de tratamiento en grupo si la mayoría de los demás pacientes y proveedores no comparten sus identidades y no comprenden ni se identifican con sus experiencias de orientación sexual o identidad de género. Estos desafíos y sentimientos de aislamiento pueden ser aún más complejos y difíciles de manejar para quienes forman parte de múltiples grupos carentes de tratamientos para trastornos de la conducta alimentaria, incluidas las personas LGBTQIA+ de color, las personas LGBTQIA+ con cuerpos muy grandes y las personas LGBTQIA+ discapacitadas.
Consideraciones sobre el tratamiento para proveedores de atención médica
Muchos proveedores que tratan trastornos de la conducta alimentaria no reciben una formación adecuada sobre el trabajo con poblaciones LGBTQIA+, lo que puede reducir la calidad de la atención a estos pacientes. Los trastornos de la conducta alimentaria pueden provocar diversos riesgos para la salud física, algunos de ellos mortales.
Muchas de las métricas utilizadas para evaluar el estado de salud y la gravedad de las complicaciones en pacientes con trastornos de la conducta alimentaria se basan en rangos de referencia para hombres y mujeres cisgénero, no intersexuales. Esto incluye, entre otras cosas, gráficos de crecimiento, valores de laboratorio, estado menstrual y densidad ósea. Sin embargo, las personas transgénero, no binarias e intersexuales pueden tener valores de referencia diferentes o extraños para estas métricas debido a diferencias congénitas, gonadectomías y/o terapia de reemplazo hormonal, y es posible que los proveedores no sepan qué rangos y valores utilizar para el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria en estas poblaciones. Por ejemplo, es posible que los proveedores no hayan recibido formación sobre cómo determinar si el ciclo menstrual irregular de un paciente se debe a un trastorno de la conducta alimentaria o a su variación intersexual, si un paciente que recibe terapia hormonal sustitutiva tiene necesidades nutricionales más parecidas a las de un hombre o a las de una mujer cisgénero o si deben evaluar la anemia comparándola con los niveles de hierro estándar del rango masculino o femenino.
Otro factor que puede propiciar o afianzar los trastornos de la conducta alimentaria en personas transgénero y no binarias es la restricción del acceso a cirugías de reafirmación de género para quienes superan un determinado índice de masa corporal (IMC). No existen pautas estandarizadas sobre los límites de IMC para las cirugías de reafirmación de género, y algunos cirujanos o centros quirúrgicos han establecido sus propios criterios de IMC para estas intervenciones, por lo que solo operan a pacientes que están por debajo de un límite específico de IMC. El acceso a este tipo de intervenciones quirúrgicas puede resultar difícil para muchas personas transgénero y no binarias por diversos motivos, como la ubicación geográfica, el costo y la cobertura del seguro, por eso las restricciones basadas en el IMC pueden dificultar aún más el acceso de ciertas personas a este tipo de intervenciones. Algunas personas transgénero y no binarias desarrollan o afianzan conductas alimentarias desordenadas, sufren trastornos de la conducta alimentaria o se sienten incapaces de recuperarse de trastornos alimentarios debido a la presión que sienten para bajar de peso y acceder a estas cirugías. Ignorar estas preocupaciones y complejidades puede impedir que estas personas reciban una atención adecuada, de apoyo e integral.
Comprender y evitar los supuestos para brindar una atención de calidad
Es posible que algunos proveedores no estén familiarizados con los factores específicos mencionados anteriormente y que pueden contribuir al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria en poblaciones LGBTQIA+, o que consideren que no son relevantes. Otros proveedores, en cambio, pueden asumir que el trastorno de la conducta alimentaria de una persona LGBTQIA+ está directamente relacionado con aspectos de su condición LGBTQIA+. Esto resulta especialmente problemático para las personas transgénero y no binarias.
Algunos proveedores pueden considerar que estas personas deben recuperarse por completo de sus trastornos de la conducta alimentaria antes de empezar a recibir atención de afirmación de género, incluso si su trastorno alimentario se desarrolló en respuesta a problemas de disforia de género, que no pueden resolverse sin acceso a este tipo de atención. En otros casos, los proveedores pueden suponer que la atención de reafirmación de género eliminará la causa del trastorno de la conducta alimentaria de una persona transgénero o no binaria y, por lo tanto, no necesitará un tratamiento específico para el trastorno de la conducta alimentaria una vez que acceda a esta atención. Los proveedores deben comprender que los trastornos de la conducta alimentaria pueden interactuar de forma compleja con las experiencias de disforia de género, transfobia y presiones para alcanzar los ideales corporales de género de las personas transexuales y no binarias. Impedir que una persona acceda a la atención de afirmación de género hasta que no se haya recuperado de un trastorno de la conducta alimentaria puede ser contraproducente, pero tampoco es útil ni exacto suponer que este tipo de atención puede sustituir la necesidad de un tratamiento para el trastorno de la conducta alimentaria. Algunas personas trans y no binarias también pueden padecer trastornos de la conducta alimentaria por motivos totalmente ajenos a su identidad de género. Siempre es importante proporcionar un tratamiento personalizado y centrado en el paciente para trastornos de la conducta alimentaria, en lugar de basarse en suposiciones o estereotipos.
Para promover la concientización y el acceso a una atención competente, es fundamental que las personas LGBQIA+ con trastornos de la conducta alimentaria, quienes los rodean y los proveedores de atención que tratan los trastornos de la conducta alimentaria comprendan cómo pueden desarrollarse estos trastornos y cuál podría ser la atención de apoyo más adecuada para estas poblaciones.
Para conocer más, consulta los recursos a continuación. Si te perdiste la parte 1 de esta serie de blogs, puedes verla aquí.
Recursos para aprender más
- Pautas para la investigación con personas transgénero, de género diverso e intersexuales con trastornos de la conducta alimentaria: recomendaciones de investigadores trans e intersexuales.
- Los requisitos de índice de masa corporal para las cirugías de afirmación de género no tienen base empírica
- Consideraciones nutricionales para personas con diversidad de género: una minirrevisión cualitativa
- Consideraciones médicas en la atención de pacientes transgénero y de género diverso con trastornos de la conducta alimentaria