Soy una estrella del bienestar (casi)
Desde que se celebró la Semana Nacional de la Salud de la Mujer, me he estado esforzando para mejorar mi estado de salud y pasar de ser una persona medianamente saludable a una estrella del bienestar. No ha sido fácil, y he tenido algunos tropezones en el camino, ¡pero estoy llegando a mi meta!
Quizás te preguntes qué te convierte en una estrella del bienestar. Creo que la experiencia difiere según la persona. En mi caso, pienso que habré alcanzado la meta cuando la alimentación saludable y la actividad física se conviertan en hábitos tan comunes, que pasen a ser parte de mí. Sabré que he llegado a ser una estrella del bienestar cuando no deba concentrarme en tomar decisiones saludables, sino que estas sean parte de mi rutina. Tengo algunos objetivos específicos en mente: lograr el mejor estado físico posible, aprender a liberar estrés de forma saludable (pocos carbohidratos, nada de vino) y perder algunas libras de más. Mi verdadera meta es recuperar la autoestima característica de alguien que se ha fijado una meta, ha trabajado arduamente para alcanzarla y logró hacerlo. ¡Quiero recuperar mi encanto!
Me ayudó mucho que mi familia me apoyara. En el Día de la Madre, mi hijo me regaló una pulsera monitora de rendimiento físico de alta tecnología. Es un regalo que le costó mucho dinero y quiero que sepa cuánto lo aprecio, así que la tengo puesta constantemente y la uso lo más que puedo. No soy una persona competitiva por naturaleza, pero sí me encanta usar la pulsera monitora para desafiar a mi amigos y familiares. ¡Es divertido ver quién puede caminar más pasos en un día o escalar virtualmente a la cima del Monte Kilimanjaro primero!
La pulsera monitora me ha impulsado a caminar. Ahora camino lo más que puedo. Tomo el metro para ir a trabajar y, siempre que no esté lloviendo, me bajo dos paradas antes y camino el resto del trayecto. Uso el baño de damas que está en el otro lado de mi oficina y vuelvo por distintos pasillos. Durante las llamadas en conferencia, pongo el teléfono en altavoz y camino por la oficina. También me encantaría salir de la oficina durante la hora del almuerzo, pero mis obligaciones diarias me lo impiden. Puede ser frustrante estar metida adentro, pero hago lo que puedo dentro de mis posibilidades, y estoy aprendiendo a conformarme con eso.
¡Algunos días sí puedo ver el sol! Me encanta andar en bicicleta cuando el clima es bueno, y me gusta caminar y observar personas en el National Mall. Desde que me diagnoticaron la enfermedad de Lyme trato de evitar los árboles y el césped, pero eso no me ha impedido sudar andando en bicicleta con mi hijo menor. Con todo el ejercicio adicional, he estado elongando más para mantener los músculos relajados. ¡Todo suma!
Incorporar nuevos hábitos de alimentación saludable también ha sido una parte importante de mi recorrido. A mi familia le encanta la comida italiana y come pasta dos veces por semana. Pero tuve que admitir que tengo una relación de amor-odio con los carbohidratos: me encantan pero odio cómo me hacen lucir y sentir, por eso he empezado a consumir albóndigas y vegetales en lugar de pan y rigatoni. También he tenido que cambiar mi forma de pensar sobre el vino tinto. En lugar de tomar una copa cuando llego a casa después del trabajo, ahora es un gusto especial de fin de semana. ¡Incluso ya no tenemos vino en la casa! Gracias a estos cambios y a los refrigerios saludables que consumo en la oficina, he notado una gran diferencia en mi nivel de energía, y en mi apariencia y estado generales.
Aprender a ser una estrella del bienestar lleva algo de esfuerzo y planificación, pero vale la pena. Ayuda el hecho de tener cerca a la familia y a los amigos en el proceso para que te apoyen y te desafíen a seguir, pero los compañeros de trabajo pueden ser otro grupo de apoyo. Descubrí que uno de mis compañeros de trabajo toma la misma ruta a la oficina cada mañana, así que ahora nos bajamos del tren temprano y caminamos juntos. Saber que hay un colega con un deseo similar de estar más saludable realmente ayuda en esos días cuando no siento ganas y necesito algo de ánimo.
Una de las mejores cosas que he aprendido en estos últimos meses es que no hay ningún problema si no estoy al 100 % todos los días. A veces la vida interfiere: te enfermas, te olvidas las zapatillas para caminar o simplemente estás muy ocupado para cumplir con todos los pasos. Simplemente vuelve a intentarlo al día siguiente. Y todos necesitan darse un gusto a veces. ¡La vida es muy corta para torturarse por una taza de flan de vainilla!
Todavía sigo trabajando para lograr mis objetivos, pero los veo cerca. Y gracias al apoyo de mis amigos, familiares y colegas, me estoy divirtiendo mientras voy en pos de ellos. Si estás esforzándote en pos de una mejor salud, espero que también te sientas bien. Y si todavía estás pensando en hacer cambios, ¿qué te detiene?
Salud óptima, ¡allá voy!